No es que tú no te merezcas un milagro… ¡Todos merecemos recibir milagros! De hecho, Dios está deseoso por manifestar milagros en todos nosotros.
Y es que el no experimentar milagros no depende del lugar en donde te encuentres. Porque los milagros de Dios no dependen de un lugar; dependen más bien de lo que tú lleves a donde vayas…
Ahora, permíteme compartirte esta historia:
En 2 Reyes 2: 19-22 se cuenta que el lugar en donde estaba ubicada esta ciudad, era bueno, pero tenían unos detalles que la hacían ser una tierra estéril.
La gente que allí habitaba, pensaba que la tierra se había echado a perder y que ya no había remedio para aquel lugar porque el líquido más preciado se malogró en ese lugar.
Las aguas estaban malas, y por consiguiente, la tierra era estéril.
Pero no tan sólo la tierra. Dicen que el agua hasta le causaba abortos a las mujeres y que los animales parían prematuramente. Además, que las frutas comenzaban a caerse de los árboles antes de madurar.
¡Qué desastre! ¿No?
Los que vivían en este lugar, habían perdido las esperanzas. Pero Eliseo arregló esta situación con un milagro por parte de Dios que venció la costumbre y el lugar en donde se encontraba.
Con un poco de sal en una vasija nueva y una declaración de Fe, las aguas quedaron purificadas totalmente.
Así que un buen lugar puede echarse a perder, así como una buena familia también puede echarse a perder… Incluso, una vida completa puede echarse a perder si no se llena de Dios.
Tienes que vencer todo lo que ves a tu alrededor, porque todo puede parecer un desastre, pero si te llenas de Dios, y hablas palabras de Fe, puedes convertir todo lo que ves en un milagro de Dios.
Recuerda que la solución está en tus manos. Y que un milagro no se trata de dónde te encuentras. Se trata de lo que tú llevas a donde vas…
Migdalia Rivera.