¿Sabías que una gran mayoría de las cosas que te rodean son temporales? La casa, el carro, el trabajo… ¡Hasta el dolor es temporal! Y muchas otras cosas más…
Y hay veces en las que, sin darnos cuenta, queremos intercambiar lo que es eterno por cosas temporales. Y no debería ser así… Incluso, hay personas que viven fascinadas por lo que tienen y se enamoran de cosas que tienen fin… De cosas que se acaban.
Es como si no existiera otra cosa en este mundo, y sólo tuviese existencia lo que sus ojos pueden ver.
Ahora bien, cuando vemos la vida de Pablo, encontramos que su vida era muy real. De hecho, se notaba a simple vista que este sufría rechazos. Sin embargo, sabía distinguir muy bien entre lo temporal y lo eterno.
Y en 2 Corintios 4:17-18, podemos leer:
Pues los sufrimientos ligeros y efímeros que ahora padecemos, producen una gloria eterna que vale muchísimo más que todo sufrimiento.
Así que no nos fijemos en lo visible, sino en lo invisible, ya que lo que se ve, es pasajero, y lo que no se ve, ¡es eterno!
Asimismo, Pablo nos enseña a mirar las cosas diciéndonos: “¡Cambien su forma de ver las cosas!”.
Es decir, mirar las cosas temporales como lo real y eterno, es afirmar que las cosas eternas que Dios tiene para nosotros, no son tan importantes…
Por esa razón, no te enamores (de) ni te enfoques (en) las cosas temporales. No te enfoques en el dolor antes que en la meta final. Porque el dolor pasará. Incluso, vendrán carros mejores de las que tienes ahora, y las vas a querer cambiar.
Construirás una casa más bonita, y querrás cambiarla también.
Del mismo modo, en Mateo 24:35 encontramos que:
El cielo y la tierra pasarán, pero mis palabras jamás pasarán.
Así que no olvides que todo lo que hoy ves con tus ojos, tiene fecha de expiración. Pero Dios siempre seguirá siendo eterno, porque Él es el verbo, y su palabra nunca se acabará.
Escoge invertir ahora en eternidad con Dios y busca ver las cosas que ahora mismo no puedes mirar con tus propios ojos, pero que son tan reales como cualquier cosa de las que puedes mirar. ¡Y tu vida será maravillosa!
Migdalia Rivera.