Un día dos chicas llegaron tarde al salón de clases. Y la profesora le dice a una de ellas: – Yolanda, ¿por qué llegas tarde?
Y la chica le contesta: – Profesora, es que estaba soñando que viajaba por muchas partes, que conocía muchos países, culturas, comidas, y bueno… ¡Me desperté un poco tarde!
Al poco tiempo, la profesora le preguntó a la otra chica: – ¿Y tú, Sonia? ¿Por qué llegaste tarde?
Y esta le contesta: – Es que yo fui al aeropuerto a recibir a Yolanda.
Esta historia puede resultar un poco jocosa, pero la realidad es que, muchas veces, ponemos excusas tras excusas para no hacer algo o dejarlo para después simplemente porque nos incomoda o porque nos sentimos incapaces de hacerlo.
De hecho, a lo mejor te has visto en la situación en la que sabes que tienes que cumplir con algo. Pero buscas la manera de justificarlo diciendo: – ¡Uuufff! No puedo, porque tengo mucho trabajo.
– Me acosté tarde.
– Estaba cansado.
– Nadie me dijo que lo hiciera.
O simplemente: – Yo no sé hacerlo.
Por su parte, Moisés también, en su momento, insistió en darle excusas a Dios cuando este lo llamó a salvar su pueblo. Incluso, le dijo: – ¿Y quién soy yo para presentarme ante el faraón y sacar de Egipto a los israelitas?
Pero Dios ya tenía diseñada una victoria para Moisés y para el pueblo de Israel. Por eso Dios le respondió: – Yo estaré contigo.
Ahora, imagínate todas las grandes cosas que Dios quiere hacer contigo. Por lo cual, las excusas sólo te limitan para poder lograrlas. Así que si tú quieres ser todo lo que sabes que puedes llegar a ser, ¡para de dar excusas!
Y de la misma manera que estuvo con Moisés, Él también está contigo. Por eso, cuando se te presente un reto o una responsabilidad, confía en que Dios está contigo como Poderoso Gigante.
Él te va a acompañar en todo momento del proceso. Sólo busca que tengas la actitud correcta y un corazón dispuesto y obediente para poder hacer cosas extraordinarias contigo.
Migdalia Rivera.