La tormenta no debe “saborearse” tanto

¿Sabías que la tormenta no debe “saborearse” tanto?

¡Te explico!

¿Alguna vez has ido a un restaurante en el que te encuentras con un mesero desagradable y desganado que te tira las cosas? ¡Ay, ay, ay! Es ahí cuando hasta la comida te sabrá mal, porque, por muy bien que haya cocinado el chef, sólo deseas irte del restaurante sin comer porque se te ha quitado el apetito.

Y esto ocurre porque le prestaste más atención al mesero que al hambre que tenías…

Entonces, si saboreas mucho la tormenta, puedes perder tu milagro.

Y hago hincapié en este tema tan importante porque existen personas a las que todo en la vida les sabe amargo y se enfocan demasiado en los problemas, así como que si quitar la vista de Dios fuera el remedio.

Son personas que no se dan cuenta de que están asumiendo la responsabilidad de su propio milagro.

Es decir, lo que Dios necesita de todos es que, cuando estemos en medio de la tormenta, lo reconozcamos, además de que vivamos seguros de que Él está presente y que tiene todo el Poder para traer la solución.

Aparte, Dios también necesita que no te saborees más la tormenta que su Poder.

Ahora te pregunto, ¿cuál era el milagro que Dios quería hacer?

¿Caminar sobre el mar, detener la tempestad o lograr un cambio en sus discípulos para que pudiesen disfrutar de su presencia?

Es que la historia de los discípulos en la barca y de la tormenta se trata de un milagro de Jesús, pero también se trata de revelar el lugar espiritual en el que los discípulos se encontraban.

Entonces, cuando tú pasas por la tormenta, es porque Dios ya tiene tu Milagro listo, pero también para que sea revelado tu nivel de confianza en Dios. Porque tú puedes vivir con el viento en contra, pero si saboreas el Poder y la presencia de Dios en medio del momento difícil, ¡el milagro sucederá!

Y es que tu lugar de enfoque no es la tormenta. Dios quiere que lo veas a Él en cada situación, porque sólo quiere hacer en ti el lugar de la estadía permanente de su Gloria.

Por ende, está en tus manos convertir la tormenta en un infierno o en el lugar donde Dios habita.

La localidad de tu existencia la escoges tú.

Y recuerda, mientras tú saboreas demasiado tu tormenta, hay otros a tu alrededor que están saboreando milagros.

Así que reconoce la presencia y el Poder de Jesucristo, y hazlo tu lugar permanente…

¡Allí verás todos tus milagros!

Migdalia Rivera.